Oscar Wilde es el puente perfecto entre el siglo XIX y el XX. Ciudadano de un imperio al que su sangre irlandesa no deseaba pertenecer, burgués de la clase más alta y tratado como paria al final de su vida, uno de los primeros personajes europeos que fue perseguido por sus relaciones homosexuales y que se atrevió a posar y a escribir sobre ello.
Stephen Fry (Oscar Wilde) y Jude Law (Alfred Douglas, Bosie)
La película Wilde de 1999 muestra buena parte de esas experiencias. Aunque, como cualquier película, se le pueda echar en cara que no sea totalmente biográfica, en términos generales es bastante fiel a la vida del autor de El retrato de Dorian Gray; algunos diálogos —como el discurso que da Wilde al público tras la obra de teatro— son idénticos a como fueron en su día. La elección de Stephen Fry como Oscar Wilde es tan rotunda que siempre que imagine a Wilde tendrá la cara, más que similar, del actor británico. Jude Law representa a Alfred Douglas, Bosie, el amante más importante de Wilde. Los dos actores actúan de manera extraordinaria, por ejemplo en la escena del vaso de agua. Tom Wilkinson, Jennifer Ehle, Michael Sheen (Tony Blair en varias películas), Ioan Gruffudd (Mr. Fantástico) y una cortísima aparición de Orlando Bloom forman el resto de los personajes.
Pero no vamos a basar toda nuestra percepción de Wilde en esta obra de ficción: utilicemos otras obras de ficción. Wilde fue uno de los personajes públicos más caricaturizados de su época. Ya publicamos en el primer artículo un dibujo publicado en Vanity Fair. Aquí van otras caricaturas de la época, en cuya mayoría aparece dibujado con flores (casi siempre girasoles):
Estos no son los únicos documento gráficos que nos quedan ya que Oscar Wilde disfrutó y posó para la fotografía. La cantidad de dinero que tuvo que dejarse en fotógrafos tuvo que representar una fortuna. Pero gracias a ese dispendio hoy en día nos quedan tantos documentos:
Wilde de niño, vestido de niña, por una superstición de la época
Wilde posando
Wilde volviendo a posar
Fotografía de Wilde y su amante Alfred Douglas, Bosie
Casi eran las nueve cuando llegó al club, donde encontró a lord Henry, solo, en una habitación que se utilizaba por las mañanas como sala de estar, con aire de infinito aburrimiento.
—Lo siento, Harry —exclamó el muchacho—, pero en realidad has tenido tú la culpa. El libro que me has prestado es tan fascinante que se me ha pasado el tiempo volando.
—Sí; me pareció que te gustaría —replicó su anfitrión, levantándose del asiento.
—No he dicho que me guste, Harry. He dicho que me fascina. Hay una gran diferencia.
—Ah, ¿ya has hecho ese descubrimiento? —murmuró lord Henry, mientras se dirigían hacia el comedor.
De esta manera se termina el capítulo décimo de El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. La metaliteratura (o literatura dentro de la literatura) irrumpe en la novela y marca al protagonista tanto, que el siguiente capítulo comienza diciendo que:
Durante años, Dorian Gray no pudo librarse de la influencia de aquel libro. O quizá sea más exacto decir que nunca trató de hacerlo. Encargó que le trajeran de París al menos nueve ejemplares de la primera edición en papel de gran tamaño, con márgenes muy amplios, y los hizo encuadernar en colores diferentes […].
La novela aporta detalles sobre el contenido de ese libro fascinante:
El protagonista, el asombroso joven parisino cuyos temperamentos romántico y científico estaban tan extrañamente combinados, se convirtió en prefiguración de sí mismo. Y, de hecho, el libro entero le parecía contener la historia de su vida, escrita antes de que él la hubiera vivido.
Había, sin embargo, un punto en el que era más afortunado que el fantástico protagonista de la novela.
Joris-Karl Huysmans
La importancia de leer buenas ediciones anotadas se subraya en estos casos. Porque sin esas anotaciones el lector podrá pensar que ese libro es una invención literaria más de Wilde. Pero no es así, ese libro existió realmente: À rebours, del escritor parisino Joris-Karl Huysmans, publicado 1884.
Esto es lo que ocurre con Dorian cuando comienza a leerlo:
A los pocos minutos le había capturado por completo. Se trataba del libro más extraño que había leído nunca. Se diría que los pecados del mundo, exquisitamente vestidos, y acompañados por el delicado sonar de las flautas, pasaban ante sus ojos como una sucesión de cuadros vivos. Cosas que había soñado confusamente se hicieron realidad de repente. Cosas que nunca había soñado empezaron a revelársele poco a poco.
Desde luego es un libro extraño, sobre todo debió serlo para su época —a estas alturas las novelas sin argumento no son ninguna sorpresa—. No voy a resumir de qué va cuando ya lo hizo Wilde:
Era una novela sin argumento y con un solo personaje, ya que se trataba, en realidad, de un estudio psicológico de cierto joven parisino que empleó la vida tratando de experimentar en el siglo XIX todas las pasiones y maneras de pensar pertenecientes a los siglos anteriores al suyo, resumiendo en sí mismo, por así decirlo, los diferentes estados de ánimo por los que había pasado el espíritu del mundo.
No lo es porque veinte años después de su publicación el autor se autocensuró dos de los pasajes menos ortodoxos —y más interesantes, claro—. La edición que está en el Proyecto Gutenberg sigue esa edición tardía y censurada. Pero si queremos saber por qué Dorian y Wilde se interesaron en este libro, tendremos que acceder a los pasajes amputados.
El autor eliminó muchas oraciones del capítulo nueve, en el que se describe la historia del protagonista con una artista de circo llamada Urania. Las descripciones eliminadas son principalmente aquellas que señalan que ella en realidad resultaba más masculina que el protagonista y que por lo tanto los papeles sexuales se intercambiaron entre ellos.
Cuadro de Moreau sobre Salomé descrito en À rebours
Pero el recorte más sangrante fue el capítulo sexto, que desaparece por completo en la edición posterior. En ella cuenta la historia de un amigo suyo que termina divorciado por un sutil boicot inmobiliario por parte del protagonista. Además se describe un experimento con un joven guapo —¿nos suena?— que el mismo protagonista se encarga de explicar:
La verdad es, sencillamente, que estoy tratando de convertir a este chico en un delincuente. Veamos si puedes seguir mi argumentación. El chico es virgen y ha alcanzado la edad en que la sangre empieza a hervir. […] Al traerlo aquí, al hundirlo en un lujo que nunca conoció y que jamás podrá olvidar, y brindándole la misma posibilidad cada dos semanas, espero llegar a habituarlo a estos placeres que él no puede proporcionarse. […] Pasados esos tres meses, dejo de darle su pequeña asignación, que voy a entregarte por adelantado para que hagas tratar bien al chico. Y para conseguir dinero a fin de pagar sus visitas aquí, se convertirá en asaltante, hará cualquier cosa que le posibilite volver a uno de los divanes en tus cuartitos con luz de gas. Con optimismo, espero que un buen día dé muerte a ese caballero que se le aparecerá inesperadamente cuanto le esté forzando el escritorio. Y tal día estará alcanzado mi objetivo habré contribuido, en cuanto me es posible, a la forja de un criminal, de un enemigo más de la espantosa sociedad que nos está dejando en la ruina.
La lectura es interesante porque se observan fácilmente detalles que se repiten en Dorian: el arranque del libro alrededor de un cuadro, la orfandad del protagonista, el acercamiento a la Iglesia Católica (que Dorian también tiene en el capítulo once), las menciones a «De profundis» o la figura de Salomé.
Segundo cuadro de Moreau descrito en el libro: La aparición
El libro, más que una novela, es más una guía de gustos literarios, pictóricos, sobre moda o flores de la época. En pintura habla de Goya, el Greco, Rembrandt y, principalmente, Gustave Moreau, del que el protagonista posee dos cuadros descritos en el capítulo sexto, cuadros que se reproducen en este post. En cuanto a literatura subraya la importancia principalmente de Poe y Baudelaire, así como también la de Dickens, Marques de Sade, Verlaine o Mallarmé.
Las bofetadas contra instituciones tradicionales recuerdan a las de Henry. «Seguía considerando la religión como una leyenda soberbia, un fraude magnífico», «si un Dios hizo este mundo, no quiero ser ese Dios» o «durante un tiempo estuvo más obsesionado, no tanto con la religión en sí, sino con los actos y pecados que prohíbe» podrían encontrarse perfectamente en la obra de Wilde.
Difícilmente podremos aceptar esta obra hoy en día como una guía de «pecados del mundo» ni nos satisfará como obra literaria. La práctica inacción, las descripciones sobre obras filosóficas-religiosas de los primeros siglos de nuestra era, las interminables argumentaciones de por qué pinta su casa de los colores que la pinta y no de otros —argumento todos y cada uno de los colores descartados— dificultan su lectura. Pero resulta muy interesante para profundizar en las fuentes y gustos de Wilde o para investigar los lujos y placeres decimonónicos franceses.
Una novela como El retrato de Dorian Gray ha atraído desde su publicación a muchos directores y guionistas que han querido traducir al cine la obra de Oscar Wilde. En este artículo vamos a ver cuatro versiones de las últimas décadas y terminaremos con una recomendación sobre cuál de ellas ver. Empezamos.
The picture of Dorian Gray, 1945
Durante varias décadas LA versión cinematográfica de la obra de Wilde. Película en blanco y negro, notablemente fiel al libro. En mi opinión consigue mantener elementos narrativos, como la voz del narrador, y traspasar al cine el lirismo y simbolismo de la novela mediante recursos como la música (casi siempre muy apropiada), la luz o la aparición de escenas en color. También se aprecian las numerosas apariciones del nombre de Wilde, lecturas de sus poemas o reproducciones de los grabados que acompañaron Salomé. La música es uno de los aspectos más potentes: marca el ritmo de la película. De especial importancia es el preludio nº 28 de Chopin, compositor cuyas piezas Dorian interpreta también en el libro:
El protagonista es el actor Hurd Hatfield, quien, curiosamente, volvería a representar un papel en una película basada en un libro: El Cid (la versión protagonizada por Charlton Heston). La inexpresividad casi absoluta es el rasgo principal de su representación de Dorian, rasgo que por momentos ralentiza y no consigue convencer. La actriz que interpreta el personaje de Sibyl Vane es Angela Lansbury, quien años después sería Miss Marple.
La única versión tratada en este post que ha modernizado la época de la historia, llevándola al Londres de los años 70. Dirigida por Massimo Dallamano y protagonizado por el actor austríaco Helmut Berger. Con un comienzo que se repetirá en el 2009, mis expectativas sobre esta versión se vieron rápidamente decepcionadas. Es secundario que la secuencia de escenas cambie, lo lamentable es que el guión de la película haya echado a perder personajes completos (principalmente el de Henry) o que las relaciones entre los protagonistas se hayan vulgarizado. Llama la atención principalmente la superficialidad e irracional de las reacciones de enfado y excitación sexual. El espectador debe padecer típicas escenas de cabreo entre novios y sexo rápido despechado.
Aquí va un trailer. Lamentablemente no he conseguido la versión completa en Internet:
Dorian oculta con su cuerpo su propio retrato. Probablemente una de las mejores escenas de la película.
Las escenas sociales cínicas y rápidas del libro se vuelven lentas y aburridas, lo que se debe, en parte, a la destrucción del personaje de Henry. Y el final resulta imperdonable. La dirección del último movimiento es errónea y rompe buena parte del lirismo y sentido del libro.
¿Se salva por algo la película? En primer lugar valoro la modernización, aunque en algunos momentos no se soporta —el marinero en la discoteca—. En segundo lugar, la escena homosexual con el marinero mulato resulta muy acorde a la novela. Otro aspecto que aprecio es el hecho de que haya mantenido la escena de teatro chusco de Sibyl o la de caza, que en casi todas las otras versiones fueron eliminadas. Por último, la representación del cuadro —cuyos juegos con la luz recuerdan mucho a 1945—. Ah, y desde luego es la versión donde más carne se puede ver: femenina y masculina casi por igual.
The picture of Dorian Gray, 1976
Henry y Dorian hablan sobre Sibyl
Esta versión vuelve a demostrar que para producir algo de calidad lo principal no es la cantidad de dinero que se invierta, sino las ganas de cuidar la calidad que se tengan. Esta versión se pensó para televisión y fue realizada por la BBC.
El guión es extraordinariamente fiel al libro, aunque, evidentemente, no es un calco —en primer lugar porque la lectura del libro duraría demasiado para una película—, pero la enorme mayoría de las escenas son idénticas al libro y numerosos diálogos son citas textuales de la novela. El final de la película, en cambio, parece querer terminar con prisa. Algunas escenas completas son eliminadas, otras pierden o no se entienden las motivaciones originales.
La actuación de Peter Firth como Dorian, Jeremy Brett como Basil, John Gielgud como Henry y Nicholas Clay como Campbell sostienen la película notablemente. El aspecto de la novela que mejor trata esta versión en comparación con el resto son las relaciones homosexuales entre varios de los personajes. Como en el libro, nada se muestra, nada se dice; pero se deja muy claro ciertos deseos y pasiones. De hecho es la única película que no ha inventado una excusa para Basil sobre por qué no quiere exponer el cuadro: en esta versión dice exactamente lo mismo que en el libro.
Puedes ver la película completa aquí:
En mi opinión, es la mejor versión cinematográfica de El retrato de Dorian Gray. Esto no significa, claro, que sea perfecta. Se echa de menos el cuidado sobre ciertos detalles que sí se observaba en 1945. Los decorados, la música y el montaje padecen de un carácter demasiado televisivo, o sea, demasiado barato: por ejemplo, no hay ni una sola toma en exteriores.
Dorian Gray, 2009
Revisión de los pecados de Dorian, una de las mejores escenas.
Hay pocos aspectos del libro que no haya arruinado esta película. Desde luego lo mejor de esta versión es la elección de Ben Barnes como Dorian. La perfección de sus rasgos perdonan el detalle de que en el libro Dorian es rubio. La segunda disculpa es la elección de Colin Firth como Henry. El tono, la actuación y el cinismo le quedan extraordinariamente bien.
Por lo demás han convertido lo sutil y delicado del libro en una caricatura hollywoodiense. Las típicas escenas de películas baratas se amontonan y se ignora el discurrir original de la novela. Probablemente el mejor ejemplo de abaratamiento es la escena de la caza de la liebre, con la irónica, poética y potente escena del disparo, que se convierte en la película en un tópico tiroteo con persecución. Aquí va un trailer:
Otro ejemplo del embrutecimiento de la historia es el carácter homosexual. En la novela son apenas unas pinceladas delicadas —pero visibles—; en la película se convierte en una mamada solucionada en pocos segundos. Si la primera mitad de la película os revuelve la tripa, dejadlo, porque en la segunda mitad el espanto se eleva al cubo.
Podéis ver la película aquí:
Resumiendo, ¿cuál es la mejor versión de El retrato de Dorian Gray?
Como todo, depende:
Si no has leído el libro y quieres un buen resumen de 100 minutos: la versión de 1976.
Si ya has leído el libro, te gustó, y quieres disfrutar de una versión de calidad: la de 1945.
Si ya has leído el libro, has visto las películas y sigues teniendo hambre de Dorian, ve cualquiera de las otras dos (1970 ó 2009): sus pecados son diferentes, pero la baja calidad del conjunto es similar.
Novela del autor irlandés Oscar Wilde, publicada a finales del siglo XIX, de unas 250 páginas.
Caricatura de Oscar Wilde en Vanity Fair, 1884.
¿De qué habla?
El pintor Basil Hallward realiza un retrato de su tierno y guapísimo amigo Dorian Gray. Lo termina ante la presencia del sarcástico y cínico Henry Wotton, quien ironiza y comienza a instruir a Dorian sobre la belleza, la juventud y la sociedad. El joven protagonista y el cuadro quedan unidos intensa y místicamente: el paso del tiempo no cambia el rostro de Dorian, pero altera el lienzo. Los cambios en el protagonista se deben a los placeres de la eterna juventud y la mordaz e irónica visión de la vida de Henry.
¿Lo mejor?
Disfruto especialmente de dos aspectos diferentes.
En primer lugar, la colección de epígrafes y aforismos que se encuentran condensados en el libro, principalmente en las reuniones de la alta sociedad británica. En ellas se burlan del arte, la religión, la clase alta, media y baja, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, las mujeres, el dinero, el amor, los tories y los liberales… Estas escenas aportan rapidez, humor y multitud de voces al texto.
La deliciosa ejecución y reflexión sobre la relación entre estética y ética, es decir, belleza y bondad, fealdad y maldad. En esos ejes se desarrollan de manera muy sutil —en muchos momentos sugiriendo más que diciendo, censura de por medio— escenas y conversaciones sobre el amor, la muerte, el sexo, la juventud, la amistad, el arte, el materialismo o la relación con Dios. Como dice Henry: «a very charming artistic basis for ethics».
Cubierta de la revista Lippincott’s Monthly Magazine, en la que se publicó por primera vez The picture of Dorian Gray.
¿Lo más difícil?
Las descripciones preciosistas y modernistas sobre los objetos de lujo que edulcoran la vida de los protagonistas. Si te pesan, salta el párrafo y sigue.
¿Me lees un trozo?
Varios, como siempre. En primer lugar, la escena donde, antes de cenar, Henry —el cínico, al que también llaman Harry— informa a Basil Hallward —el pintor— de que Dorian está prometido. Va en inglés, creo que es relativamente accesible:
“I suppose you have heard the news, Basil?” said Lord Henry that evening, as Hallward was shown into a little private room at the Bristol where dinner had been laid for three.
“No, Harry,” answered the artist, giving his hat and coat to the bowing waiter. “What is it? Nothing about politics, I hope? They don’t interest me. There is hardly a single person in the House of Commons worth painting; though many of them would be the better for a little white-washing.”
“Dorian Gray is engaged to be married,” said Lord Henry, watching him as he spoke.
Hallward started, and then frowned. “Dorian engaged to be married!” he cried. “Impossible!”
“It is perfectly true.”
“To whom?”
“To some little actress or other.”
“I can’t believe it. Dorian is far too sensible.”
“Dorian is far too wise not to do foolish things now and then, my dear Basil.”
“Marriage is hardly a thing that one can do now and then, Harry.”
“Except in America,” rejoined Lord Henry, languidly. “But I didn’t say he was married. I said he was engaged to be married. There is a great difference. I have a distinct remembrance of being married, but I have no recollection at all of being engaged. I am inclined to think that I never was engaged.”
“But think of Dorian’s birth, and position, and wealth. It would be absurd for him to marry so much beneath him.”
“If you want to make him marry this girl tell him that, Basil. He is sure to do it, then. Whenever a man does a thoroughly stupid thing, it is always from the noblest motives.”
“I hope the girl is good, Harry. I don’t want to see Dorian tied to some vile creature, who might degrade his nature and ruin his intellect.”
“Oh, she is better than good — she is beautiful,” murmured Lord Henry, sipping a glass of vermouth and orange-bitters. “Dorian says she is beautiful; and he is not often wrong about things of that kind. Your portrait of him has quickened his appreciation of the personal appearance of other people. It has had that excellent effect, amongst others. We are to see her to-night, if that boy doesn’t forget his appointment.”
Otro segmento a la mitad del libro. Prefiero no decir quién y dónde dice lo que cito; ten en cuenta simplemente que describe las reacciones que levanta el tipo de vida de Dorian. En esta ocasión el texto citado está en español:
Yo no doy ningún crédito a esos rumores. Al menos, no los creo cuando te veo. El pecado es algo que los hombres llevan escrito en la cara. No se puede ocultar. La gente habla a veces de vicios secretos. No existe tal cosa. Si un pobre desgraciado tiene un vicio, lo denuncian las arrugas de la boca, la caída de los párpados, incluso la forma de las manos. Alguien, no voy a decir su nombre, pero a quien tú conoces, vino a mí el año pasado para que pintara su retrato. Nunca lo había visto antes, ni tampoco había oído nada acerca de él por aquel entonces, aunque después sí he sabido muchas cosas. Me ofreció una cantidad exorbitante. Me negué a retratarlo. Había algo en la forma de sus dedos que me pareció detestable. Ahora sé que la impresión que me produjo no era equivocada. Su vida es un horror. Pero tú, Dorian, con ese rostro tuyo, inocente, luminoso, con esa maravillosa juventud tuya que permanece siempre igual, ¿cómo voy a creer nada malo de ti? Y sin embargo te veo muy pocas veces, nunca vienes al estudio, y cuando estoy lejos de ti y oigo todas esas cosas odiosas que la gente susurra, no sé qué decir. ¿Por qué, Dorian, una persona como el duque de Berwick abandona el salón de un club cuando tú entras en él? ¿Por qué hay en Londres tantos caballeros que no van a tu casa ni te invitan a la suya? Eras muy amigo de lord Staveley. Coincidí con él en una cena la semana pasada. Tu nombre salió en la conversación […]. Staveley hizo un gesto de desagrado, y dijo que quizá tuvieras unos gustos muy artísticos, pero que no debía permitirse que conocieras a ninguna joven pura; y que ninguna mujer casta debía sentarse contigo en la misma habitación. Le recordé que yo era amigo tuyo y le pedí que explicara lo que quería decir. Lo hizo. Lo hizo delante de todo el mundo. ¡Fue horrible! ¿Por qué tu amistad es tan desastrosa para los jóvenes? Está el caso de ese desgraciado muchacho de la Guardia que se suicidó. Eras su amigo íntimo. Pienso en sir Henry Ashton, que tuvo que abandonar Inglaterra, su reputación manchada para siempre. Erais inseparables. […] ¿Y el joven duque de Perth? ¿Qué vida lleva en la actualidad? ¿Qué caballero querrá que se le vea con él?
Y un tercer segmento, uno de los diálogos más jugosos del libro. En él interactúan tres personajes: Dorian, la duquesa Gladys —uno de los muchos secundarios que aparecen en algunas de las escenas— y Henry. La escena comienza con el protagonista apodando a Henry:
«His name is Prince Paradox,» said Dorian.
«[…] I refuse the title.»
«Royalties may not abdicate,» fell as a warning from pretty lips.
«You wish me to defend my throne, then?»
«Yes.»
«I give the truths of to–morrow.»
«I prefer the mistakes of to–day,» she answered.
«You disarm me, Gladys,» he cried, catching the wilfulness of her mood.
«Of your shield, Harry: not of your spear.»
«I never tilt against Beauty,» he said, with a wave of his hand.
«That is your error, Harry, believe me. You value beauty far too much.»
«How can you say that? I admit that I think that it is better to be beautiful than to be good. But on the other hand no one is more ready than I am to acknowledge that it is better to be good than to be ugly.»
«Ugliness is one of the seven deadly sins, then?» cried the Duchess. […]
«Ugliness is one of the seven deadly virtues, Gladys. You, as a good Tory, must not underrate them. Beer, the Bible, and the seven deadly virtues have made our England what she is.»
«You don’t like your country, then?» she asked.
«I live in it.» […]
She shook her head. «I believe in the race,» she cried.
«It represents the survival of the pushing.»
«It has development.»
«Decay fascinates me more.»
«What of Art?» she asked.
«It is a malady.»
«Love?»
«An illusion.»
«Religion?»
«The fashionable substitute for Belief.»
«You are a sceptic.»
«Never! Scepticism is the beginning of Faith.»
«What are you?»
«To define is to limit.»
¿Donde lo consigo?
The picture of Dorian Gray en Penguin Popular Classics
Primero hay que hablar de en qué lengua quieres leerlo. El original en inglés no es extremadamente difícil, incluso para personas que no estén acostumbradas a leer en inglés: no es un libro demasiado antiguo, posee un estilo moderno para la época y los protagonistas hablan con tantos términos romances que —curiosamente— dificultan la comprensión a un nativo pero nos la facilitan a nosotros. En Penguin Popular Classics hay una buena edición —aunque no anotada, lo que se echa de menos— por unos 3€. En Ebook podéis tener la versión gratuita de la Universidad de Adelaide, pinchando aquí.
En Doce Libros nos recomendamos un libro al mes: que nos absorban, que nos cuestionen la realidad, que nos exciten, que nos recuerden siglos anteriores o inspiren otras realidades.
Es parte de la idea More Than Books.