Información básica:
Novela de 1942 sobre la familia y vida de un extremeño extremadamente violento, escrita por Camilo José Cela.
¿De qué habla?
El libro son las memorias de Pascual Duarte, quien las escribe desde la cárcel. Desde sus recuerdos infantiles (de su madre recuerda que «era poco amiga del agua, tan poco que si he de decir la verdad, en todos los años de su vida que yo conocí, no la vi lavarse más que en una ocasión en que mi padre la llamó borracha y ella quiso como demostrarle que no le daba miedo el agua») hasta sus intentos por fundar una familia, conoceremos a sus hermanos, sus padres, sus amores, sus animales o sus amistades del pueblo. Y todo marcado por una brutalidad y violencia similar a la que hoy en día practica en sus películas Quentin Tarantino.
¿Lo mejor?
El fuerte golpe que un burgués de derechas y afín al régimen lanza contra la imagen del país: con burlas a la iglesia, con un mensaje de que la familia está podrida desde dentro, con una violencia constante y a veces absurda que confronta la imagen de serenidad que la dictadura intenta proyectar.
¿Lo más difícil?
Uno de sus mayores intereses puede atragantarse. Aunque se suele decir que el comienzo de Pascual Duarte es «Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo», antes de llegar a esa frase el lector pasa por otros textos anteriores («Me parece que ha llegado la ocasión…», «Muy señor mío: Usted me dispensará…», «Cuarta: Ordeno que el paquete…») que pueden confundirlo.
Cela juega con nosotros y con el texto: hace como si las memorias de Pascual Duarte fuesen auténticas; alguien (que se llama a sí mismo «transcriptor») las habría encontrado en una farmacia, que de alguna manera llegaron allí después de que Joaquín Barrera López mandara quemarlo en su testamento (cosa que finalmente no ocurrió); y que a su vez él las recibió de Pascual, que por alguna razón se las envió a él.
¿Me lees algún trozo?
«Fue todo a coincidir con la muerte de mi padre, que si no hubiera sido tan trágica, a buen seguro movería a risa así pensada en frío. Dos días hacía que a mi padre lo teníamos encerrado en la alacena cuando Mario vino al mundo; le había mordido un perro rabioso, y aunque al principio parecía que libraba de rabiar, más tarde hubieron de acometerle unos tembleques que nos pusieron a todos sobre aviso. La señora Engracia nos enteró de que la mirada iba a hacer abortar a mi madre y, como el pobre no tenía arreglo, nos industriamos para encerrarlo con la ayuda de algunos vecinos y de tantas precauciones como pudimos, porque tiraba unos mordiscos que a más de uno hubiera arrancado un brazo de habérselo cogido; todavía me acuerdo con pena y con temor de aquellas horas… ¡Dios, y qué fuerza hubimos de hacer todos para reducirlo! Pateaba como un león, juraba que nos había de matar a todos, y tal fuego había en su mirar, que por seguro lo tengo que lo hubiera hecho si Dios lo hubiera permitido. Dos días hacía, digo, que encerrado lo tentamos, y tales voces daba y tales patadas arreaba sobre la puerta, que hubimos de apuntalar con unos maderos, que no me extraña que Mario, animado también por los gritos de la madre, viniera al mundo asustado y como lelo; mi padre acabó por callarse a la noche siguiente —que era la del día de Reyes—, y cuando fuimos a sacarlo pensando que había muerto, allí nos lo encontramos, arrimado contra el suelo y con un miedo en la cara que mismo parecía haber entrado en los infiernos. A mí me asustó un tanto que mi madre en vez de llorar, como esperaba, se riese, y no tuve más remedio que ahogar las lágrimas que quisieron asomarme cuando vi el cadáver, que tenía los ojos abiertos y llenos de sangre y la boca entreabierta con la lengua morada medio fuera.»
Otro fragmento:
«La perra seguía mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal.
Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra.»
¿Donde lo consigo?
En cualquier sitio: bibliotecas, librerías, librerías de segunda mano… En cuanto a ebooks, es mucho más fácil encontrar una versión pirata en pdf o en epub (por ejemplo, entre la copia de seguridad de epub gratis que se encuentra en Papyrefb2) que una versión de pago.