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La modernidad de La Celestina

La Celestina, por De Cinti

La Celestina, por De Cinti

Ya he dicho que en mi opinión La Celestina es una obra que en muchos aspectos se adelanta unos tres siglos a su tiempo. Esto se ve aumentado por nuestra visión parcial y sesgada de lo que la gente pensaba en siglos anteriores y qué es característico de nuestro tiempo. Ello hace que ciertos fragmentos de la obra de Rojas resulten de una modernidad sorprendente.

Es un lugar común señalar que en nuestra época vivimos bombardeados por novedades, por noticias que parecen muy urgentes y que se van sobreponiendo unas tras otras sin que ninguna nos lleve mueva realmente. Para describir esas situaciones se han acuñado neologismos como infoxicación o stress informativo.

Lo curioso es que en La Celestina ya se hablaba de eso mismo, aunque sin esos términos. Sempronio, en el tercer acto, señala:

Cada día vemos novedades y las oímos y las pasamos y dejamos atrás. Disminúyelas el tiempo, hácelas contingibles. ¿Qué tanto te maravillarías si dijesen la tierra tembló, u otra semejante cosa, que no olvidases luego? Así como: helado está el río, el ciego ve ya, muerto es tu padre, un rayo cayó, ganada es Granada, el rey entra hoy, el turco es vencido, eclipse hay mañana, la puente es llevada, aquel es ya obispo, a Pedro robaron, Inés se ahorcó. ¿Qué me dirás, sino que a tres días pasados o a la segunda vista no hay quien de ello se maraville?

Es curiosa la mezcla de ironía y humor negro aplicados a elementos claramente trágicos (la pobre Inés o el padre muerto), históricos (Granada, turco) o religiosos (el ciego, una clara referencia bíblica, y el obispo). La ráfaga sarcástica se lleva por delante sentimientos, historia y religión por igual. Nada es memorable, todo se olvida. Y esto, no lo olvidemos, a finales del siglo XV.

El segundo fragmento sobre el que quiero llamar la atención es un una declaración de independencia por parte de Areusa (cuya pintura se reproduce a la izquierda, de los pinceles de DeCinti). En ella habla de la relación entre las criadas y las señoras para quienes trabajan y en cuya casa viven. Transcribo la edición modernizada de Soledad Puértolas:

Areusa, por De Cinti

Areusa, por De Cinti

Estas pobres muchachas tienen a todas horas en sus labios la palabra «señora». Por eso yo no estoy al servicio de ninguna. No soy de nadie, sino de mí misma. Y ¡cómo son las señoras de hoy! Las mozas les dan lo mejor de la vida y ellas les pagan el servicio de diez años con un vestido gastado y medio roto que ya no usan. Las insultan y maltratan, las tienen sojuzgadas, callan en su presencia. Y cuando se ven en el trance de casarlas, las calumnian, se inventan historias y falsos enredos con el mozo o con el hijo o les echan en cara excesivas confianzas con el marido o las acusan de traer hombres a casa, de robar una taza o perder un anillo, las azotan y las ponen en la puerta, levantándolas las faldas y dando gritos: «¡Vete, ladrona, puta, no dejaré que destruyas nuestra honra!».
Las pobres muchachas viven a la espera de premios y obtienen castigo, esperan salir de la casa casadas y salen con menos de lo que tenían al legar, esperan vestidos y joyas de boda y se van desnudas y cargadas de ofensas. Eso es lo que obtienen, esos son sus beneficios y salarios. Quienes estaban obligados a darles marido les quitan el vestido. Su principal cometido es recorrer las calles, de puerta en puerta, entregando mensajes. Nadie las llama por su nombre, sino «puta» por aquí, «puta» por allá. «¿Adónde vas, tiñosa?» «¿Qué has hecho, bellaca?» «¿Cómo has comido esto, golosa?» «¡Qué mal has fregado la sartén, puerca!» «¡Qué sucio sucio llevas el manto, asquerosa!» «¡Qué tonterías dices, necia!» «¿Cómo has perdido el plato, descuidada?» «¿Dónde está la toalla, ladrona? Se la habrás dado a tu rufián». «Ven aquí, imbécil, no veo a la gallina moteada, ya la puedes buscar bien poque, si no aparece, te descontaré lo que vale del sueldo». Tales palabras van acompañadas de mil patadas, pellizcos, palos y azotes. No existe muchacha capaz de contestar a estas señoras. Ninguna, tampoco, capaz de aguantarlas. Para las señoras, el placer está en gritar, la dicha en reñir. Cuando ven las cosas bien hechas, no lo celebran. Madre, antes prefiero vivir en mi pobre casa, siendo señora de ella, que en el rico palacio de una de estas señoras, sometida y presa.

Desde luego es un fragmento que se puede analizar desde muchos puntos de vista (lingüístico, datando los insultos del siglo XV; antropológico, recogiendo los ejemplos de prendas y objetos de casa o de las relaciones sentimentales…). Pero en mi opinión los dos aspectos más llamativos son el social y el feminista. En él se hace una enorme crítica a las capas más adineradas de la sociedad de la época y al maltrato al que sometían a sus trabajadores. Y se hace con cantidad de ejemplos, incluso citando palabras de la señora, para que las acusaciones queden documentadas para la posteridad. Esta durísima crítica la realiza una mujer que decide mantenerse fuera de ese sistema y que se declara señora (también en el original) y se precia de no ser de otra sino suya. Una prostituta denunciando maltrato laboral y declarando su independencia económica.

No es la típica imagen del siglo XV, ¿verdad?

La Celestina, película de 1996

La Celestina, 1996

La Celestina, 1996

Una Penélope Cruz y un Juan Diego Voto de veintipocos años protagonizan la versión de 1996 de La Celestina.

Tal vez uno de los mejores aspecto mejor retratados es el humor y el erotismo que contiene la novela y que los siglos, la gloria literaria y los estudios sesudos, nos han alejado.

Aunque la película no es radicalmente fiel, muchas de las líneas del guión son extractos del libro. De hecho el filólogo y especialista en literatura Francisco Rico fue asesor literario en el desarrollo del guión.

Jordi Mollà, Maribel Verdú, Nancho Novo, Nathalie Seseña o Lluís Homar mantienen el nivel de la película. Pero Terele Pávez realiza una espléndida representación de la Celestina. Es curioso que ella misma es la que hace el personaje de vieja bruja en Réquiem por un campesino español, subrayando el parentesco de ambos personajes.

El peor aspecto de la película, en mi opinión es la música. Puede sonar muy renacentista, pero en muchos momentos esta no encaja en la escena y de hecho parece cambiar el sentido de varias situaciones.

Celestina y Melibea

Celestina y Melibea

Comida entre amos y prostitutas

Comida entre amos y prostitutas

Aún así, en general es una buena versión y una buena película que recomiendo. Podéis verla en la web QueVeoHoy. Además, seguro que no tenéis problema en encontrarla en bibliotecas varias.

La Celestina, de Fernando de Rojas (y Soledad Puértolas)

Información básica:
Obra escrita a finales del siglo XV, por Fernando de Rojas y reescrita en castellano actual por Soledad Puértolas.

¿De qué habla?
De sexo y dinero, principalmente. La historia arranca con dos jóvenes encontrándose en el jardín de ella, que se separan después de haber compartido algunas frases. El joven se deprime y uno de sus criados le convence de pedir ayuda a una vieja puta y hechicera llamada Celestina, que él conoce, para conseguir a la chica. Lo que no cuenta a su jefe es que él mismo mantiene una relación con una de las prostitutas y que en realidad quiere conseguir parte del dinero que le dé a Celestina. Desde ese momento el sexo, el dinero, la magia negra, la codicia y el pasado desarrollan las líneas de la obra.

¿Lo mejor?

Cubierta de La Celestina, por Soledad Puértolas

Cubierta de La Celestina, por Soledad Puértolas

La Celestina es una islote brillante en la literatura española del siglo XV. Para encontrar una novela que se le acerque (tanto en tema como en calidad) tenemos que esperar unos 350 años. De la misma manera que nos cuesta conectar con los temas de ciertas obras medievales (Cántigas, Mio Cid, Libro de Buen Amor o parte de la literatura picaresca), la situación y los temas de La Celestina están presentes en casi cualquier película actual.

Pero no solo es un libro que trata temas actuales: reluce principalmente por su calidad. Mientras que muchos protagonistas de la época (por ejemplo, La lozana andaluza) son acartonados, planos y poco creíbles, los de La Celestina disfrutan de complejidad:

  • personal: en contra de los tópicos de la época, que exigían que los personajes de bajo nivel social fuesen cómicos. En La Celestina esto se despedaza por ambos extremos: ricos ridículos y pobres complejos
  • socio-económica: relaciones y enfrentamiento entre clases sociales
  • psicológica: tienden a cambiar de opinión a lo largo de la obra, evolucionan
  • lingüística: aunque quizás sea la menos conseguida, La Celestina es un riquísimo almacen de refranes de la época

¿Lo más difícil?
Sin duda, lo más difícil de La Celestina es el lapso de poco más de 5 siglos que hay entre su publicación y nosotros. Leer el original es complicado, aunque probablemente sea, junto con El Lazarillo, la obra más fácil de leer de esos siglos. Por eso, para el lector nuevo, recomiendo la edición que ha publicado Castalia en la colección de Odres Nuevos. Esta edición ha sido encargada a Soledad Puértolas, quien, en sus propias palabras recibió:

la difícil y rara empresa de reescribir La Celestina en español moderno[…], hacer de La Celestina una lectura placentera

He dicho que los temas son actuales y tenemos una versión que ha modernizado el lenguaje. Pero eso no significa que tengamos en las manos un libro moderno ni que el ambiente en el que discurre (la relación de criado y amo, por ejemplo) sea actual. Creo que lo que más sigue chocando a un lector actual es la cadencia lenta de algunos diálogos (¡no todos!) o algunos manojos de citas clásicas. En ninguna obra actual los personajes se pasaría párrafos citando filósofos griegos mientras exponen todos los defectos de las mujeres.

¿Me lees un trozo?
En primer lugar, vamos a comparar las primeras líneas de la versión original (en su edición preparada por Julio Puértolas) y la versión moderna:


Versión original:

Cal.— En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
Mel.— ¿En qué, Calisto?
Cal.— En dar poder a natura que de tan perfeta hermosura te dotasse, y fazer a mí inmérito tanta merced que verte alcançasse, y tan conveniente lugar que mi secreto dolor manifestarte pudiesse.

Versión modernizada:

Cal.— En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
Mel.— ¿En qué, Calisto?
Cal.— En haber dado a la naturaleza el poder de colmarte de belleza, y de hacerme a mí, que no me lo merezco, la gran merced de contemplarte, y en un lugar que resulta tan apropiado para revelarte mi secreto dolor.

Una vez hemos visto que las diferencias son notables, vamos a por otros fragmentos. De los dos criados del protagonista, uno de ellos, Pármeno, el más joven, recela de la Celestina. En un momento dado la llama puta y su amo le advierte que no lo haga. Pármeno responde:

¿Por qué te atormentas, señor?, ¿de qué te acongojas? ¿Crees que esta vieja puede ofenderse? Todo lo contrario. De la mima forma que a ti te gusta que de digan: «Excelente caballero es Calisto», así le gusta a ella que la llamen puta. Todo el mundo la llama de ese modno. Si, yendo entre cien mujeres, se escucha una voz que grita: «¡Puta vieja!», enseguida vuelve ella la cabeza y responde alegremente. […] Los ladridos de los perros, los cantos de las aves, el balar de las ovejas, los rebuznos de los burros, todo dice lo mismo: «¡Puta vieja!». Otra cosa no dicen las ranas. Y si pasa por delante de los herreros, eso es lo que dicen sus martillos. […] Lo cantan los carpinteros, lo peinan los peinadores, los tejedores, los labradores en las huertas, en los arados, en las viñas y en la siega. […] ¿Quieres que siga? Si una piedra tropieza con ella, griatará: «¡Puta vieja!».

La verdad es que Pármeno es uno de los personajes más entrañables de la obra, quizás porque nos sirve de guía en el mundo de la clase baja. Otra de mis escenas favoritas es una discusión entre Celestina y Pármeno:

La Celestina, de Julio Rodríguez Puértolas

La Celestina, de Julio Rodríguez Puértolas

Celestina.— Él está enfermo y esta vieja tiene en su mano la curación.
Pármeno.— ¡Esta puta vieja y flaca!
Celestina.— ¡Putos días vivas, maldito bellaco! ¿Cómo te atreves…?
Pármeno.— Te conozco.
Celestina.— ¿Y quién eres tú?
Pármeno.— Soy Pármeno, hijo de Alberto, tu vecino y amigo. Mi madre me llevó a tu casa, donde te serví durante un tiempo […].
Celestina.— ¡Jesús, Jesús, Jesús! ¿Así que eres Pármeno, el hijo de Claudina?
Pármeno.— ¡Ese soy!
Celestina.— ¡Pues mal fuego te quema, que tan puta vieja era tu madre como yo! ¿Por qué te pones en contra mía, Pármeno? […] Ven aquí, alíate conmigo, te di mil azotes y otros mil besos. ¿Te acuerdas que dormías a mis pies, loquillo?
Pármeno.— Claro que me acuerdo. Y algunas veces, aunque yo era un niño, me metías en la cama y me apretabas contra ti, pero yo salía corriendo porque olías a vieja.
Celestina.— ¡Mala landre te mate, sinvergüenza! ¡Y cómo lo dice el desvergonzado! Pero dejemos eso, hijo. Escucha. […] Tus padres te confiaron a mí, yo soy lo que más te conviene ahora. […] Tienes que hacer amigos duraderos, seguros. No te dejes enredar. Olvida las vanas promesas de los señores, que ellos no les cuesta nada prometer. Son como sanguijuelas, desagradecidos, déspotas, olvidadizos, tacaños. […] Hazme caso. Créeme. No pienses que sois amigos, porque hay mucha distancia entre vosotros.

¿Donde lo consigo?
La edición de Castalia que recomendio se publicó en 2012, con una Castalia de capa caída y las bibliotecas con recortes, por lo que dudo mucho que sea fácil encontrarlo allí. En librerías de tamaño medio o dedicadas a literatura clásica es relativamente fácil de encontrar.
Si uno ya se ha leído esta versión o si se quiere pasar al texto original, recomiendo la edición publicada por la editorial Akal y preparada por Julio Puértolas. No solo es una edición cuidada en términos filológicos, también contiene infromación que ayuda a comprender mejor la obra (línea cronológica, introducción amena) y es agradable para los sentidos (buen papel, encuadernación, reproducciones…).